La Espiga
Cuando conocimos a La Espiga, entendimos algo enseguida:
no era solo una panadería.
Era un acto de cuidado. Cada producto, cada gesto… tenía alma.
Y eso se tenía que ver en su comunicación.
Por eso elegimos una estética cálida, íntima y honesta.
Desde la luz en las fotos, hasta las tipografías y los textos:
cercanos, humanos, sin disfraz publicitario.
El objetivo no era vender. Era conectar.
Mostrar esa nobleza, esa dedicación diaria, y sobre todo, esa humanidad.



































